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Neus 1973

Aquellos maravillosos ... BODRIOS!!!

Decides encender la TV buscando un programa ameno y divertido. Pero tu intento de "zapeo" se ve frustrado al no encontrar ninguna alternativa divertida, y de repente te enganchas a una serie. Ésta, intentando ser realista, agudiza tu bajón al incidir en los mismos problemas que tienes, obsesionándote con ellos y llevándote al lloriqueo o a cosas más peligrosas…

Pues bien, hoy vamos a hablar de las series más depresivas de la televisión. Aquellas que han llevado a soluciones drásticas ante su visión, o lo que es peor, a un estado de tristeza irreversible. Esos jóvenes melancólicos traumatizados por la muerte de algún personaje de ficción, que luego se dedicarían al cine y se casarían con la cantante de los Subterráneos. Esta lista tendrá, como es habitual, un baremo de la menos depresiva a aquella que, indiscutiblemente, marcó a una generación. Supongo que en el blog habrá dudas sobre la elección, pero al menos daré las suficientes razones como para que se planteen la revisión de algunas de ellas.

Javier ya no vive sólo: Aragón en la cúspide de su poder decidió autoproducirse una serie en la cual él (ego, yo: Freud tendría un filón con milikito) tendría un lado más humano y se alejaría del carácter pequeño burgués de Médico de Familia. Craso error: Nadie puedo creerse a Emilio como soltero de oro, despreocupado, con carácter social y buscando la redención del género humano. Aparte, su tensión sexual no resuelta con Nuria Roca (la mujer sin personalidad) tenía menos química que Parada y Chelo García Cortés, y el público le dio totalmente la espalda. Puesto que Aragón dramático es puro oxímoron, intentó juntarse con actores más capaces como Emilio Gutiérrez Caba o Fernandito Guillén Cuervo (prototipo del mal actor enchufado ad nauseam por sus contactos en la profesión).

El carácter depresivo de la serie se concretaba en su increíble bondad (se dedicaba a diferentes obras de caridad), sólo rota por el canallesco (y por supuesto forzado) Guillén haciendo de amiguete birresco de Aragón. Milikito en la serie era algo así como el Mr.Chance de Sellers, sólo que siendo bueno no encontraba novia, lo echaban de la guardería y demás. En fin, pura ciencia ficción que el público no entendió, ya que resultaba inexplicable que al Dr.Martín le pasaran cosas trágicas (en Médico de Familia los dramas eran tonterías: El primer porro de Chechu, la muerte de Marcial que como era pobre daba igual) en esta vida de soltería.Fue purgada de la programación.

Periodistas: Aquellos que recordamos los primeros capítulos, donde la analogía José Coronado - Juan Luís Cebrián se tornó demasiado obvia y pretendían emular un diario serio, nos sorprende el giro comprometido que tomó luego la serie. Puesto que la vida en un periódico es aburridísima, y en el fondo no es más que volver a redactar las noticias de Agencias, al poco enviaron a Pepón Nieto (fan de Chimo Bayo, cosa que le redime) a introducirse en redes de trata de blancas o mafiosos rumanos que viven en Alcalá de Henares.

Este giro convirtió en totalmente deprimente la serie para cualquier estudiante de piriodismo, digo, Ciencias de la información, ya que el típico becario puteado en la Gaceta Universitaria se preguntaba por qué no le pasaban las cosas que a Belén Rueda y compañía. Así, vimos becarías que son llevadas a África para realizar un reportaje o un sin papeles como Chuski trayendo la visión y hechos de la calle (una especie de Ramoncín periodista). En algo sí era realista, sin duda, y era la hija de Coronado enchufada en el periódico por otro abuso de nepotismo. Real como la vida misma, y hecho que cualquiera puede comprobar en los la ficha redacción de cualquier publicación.

La amargura también venía por personajes increíblemente mediocres, como María Pujalte o Alex Ángulo, que realizaban una especie de remake del matrimonio clásico de Ana Diosdado (cuarentones ilusionados por la revolución, y que jamás la vieron.). Clásico es, sin duda, el capítulo donde Alex Ángulo (Blas Castellote) rechaza la jefatura de redacción al no creerse capacitado. Suso del Toro observaría este capítulo descojonándose, intuimos. En un acto de mala memoria, recordamos Periodistas como una serie bien realizada. La revisión de ésta borra cualquier parecido con la realidad, y sólo se salva por las risas que provoca Ana Mala-Ostia Borrachero interpretándose a sí misma. Por cierto, esta es una de las pocas oportunidades de oír hablar al Almogáver Joel Joan en castellano.

Querido Maestro: Empezamos mal, Imanol Arias de protagonista ya es sinónimo de compromiso social, jeremiadas varias y problemas de dinero. Esto último es el motor de la depresiva escuela en la cual ejerce de profesor progre. La mitad de los capítulos parten de esa base: Imanol quiere llevar a los Alumnos a las ruinas romano-góticas-medievales (nunca se específica: Esos guionistas culturetas) y no hay presupuesto en la escuela. Eso da pie a un discurso de Imanol sobre la maldad del dinero, y pequeños piques entre los profesores. Entre ellos podemos encontrar a Leonor Watling, antes de leer la Rockdeluxe y escuchar a Tom Waits, haciendo de profesora teresiana.

El carácter rural de la serie la hace más triste, y de la mala docencia de los profesores, queda el resultado de que uno de los jóvenes actores que salían (Juan José Ballesta) haya acabado siendo un líder del colectivo cani. A ello se une la dicotomía entre Imanol y Emma Suárez, que ejerce como directora, siendo un antiguo amor del primero. Ni el Quimicefa haría creíble esta pareja. El origen de la serie se data de Italia, pero parece que la nostalgia fue sustituida por la naftalina y el recuerdo por el discurso político. Su único punto a favor, es que Imanol Arias mimetiza de manera fidedigna el clásico atuendo del profesor de Primaria - Secundaria: Pantalón de pana, jersey verde y pelo de monaguillo.

Menudo es Mi Padre: Sancho, con el Fary hemos topado. La pionera de todas las series proleta de los 90, Aída y demás viven del entorno drogo-festivo que originó ésta. Fary se interpreta a sí mismo, ejerciendo duramente de taxista en un barrio deprimido. Por supuesto, las desgracias no vienen solas, y poco a poco irán muriendo el resto de secundarios por falta de presupue…digo por exigencias del guión. Esto llegará a la cúspide cuando el Fary entre en coma por un accidente, que coincidió con la renovación de contrato del actor-cantante-poeta-dramaturgo. Así, muchos episodios de la última temporada pasaban con Fary como Goku en la saga de los robots, esperando todo el público que superara sus problemas y volviera a aparecer. Joder, ¡Ni en Melrose Place llegaron tan lejos! Más de seis guionistas hicieron continuar la serie con el protagonista en coma, entre ellos el odioso Luísmi de Compañeros, última rama de la dinastía Aragón.

La amargura venía en esta serie por dos vertientes diferenciadas: El personaje de el Fary y el contexto casposo en el cual se desarrollaba. Lo primero mostraba las amplias autolimitaciones del cantante, que en algunos momentos se encallaba en sus propios diálogos (los cuales creemos, obviamente, improvisados). Lo segundo se establecía en las aventuritas de Daniel Guzmán (antes de estar de moda) y el resto de hijos intentando encontrar trabajo. La mayoría de los capítulos acababa con Guzmán en urgencias por idiota y chuleta. Además se moría la madre y el cabeza de cebolla le salía bakala. En fin, totalmente depresiva.

Posiblemente, la revisión actual de Degrassi nos rompa el mito de serie realista, pero por aquel entonces lo era bastante. La comparación Sensación de Vivir, el reino de la depilación, las hombreras, los odiosos padres de Brandon, y Degrassi School, donde había punkis embarazadas, frikis horrorosos, dramas sobre tampones (¿Alguien vio alguna vez un Tampón en Sensación de Vivir? ¿Y alguien con unicejo? ¿Se imaginan aparecer a Jesús Bonilla como bedel en el instituto de Brandon?) se decantaba siempre por la última en visos de verosimilitud.

La tristeza venía por la identificación de nosotros, tiernos pezqueñines, con algunos personajes de la serie. Esta pasó pronto.

Verano Azul: Paradigma de la transición, supone, ante todo, un mito propio de la televisión española. Aparte, es una serie que puede dar pie a complejísimos estudios socio-económicos, ya que la lucha de clases entre Pancho y Javi resultaba bastante obvia.

El argumento nos es conocido: Un grupo de jóvenes trazan una amistad elíptica (esto se lo oí una vez a Julio Medem) alrededor de un pueblecito de la costa. El eje común es la pintora-progre Julia, que les enseña valores humanitarios en alto grado, como canciones sobre el mar o cuadros de veleros alejarse en la niebla. En uno de los capítulos descubren que es esquizofrénica, cosa que se intuía por las aburridísimas aficiones antes mencionadas. Menos moralista, está Chanquete, marinero émulo de Popeye que con su barca intenta sobreponerse a la desleal competencia de Pescanova. Es decir, es una especie de ácrata existencial que vive de lo que pesca. No por nada, en este país de vagos, sería el más admirado de la serie. Y los niños, pues había desde gordos a macarras, para que todo el mundo se identificase.

La depresión venía por el carácter de iniciación, en el sentido más casposo, de algunos capítulos de la serie. Fuertísimo es, y lo seguirá siendo, el dedicado a la primera menarquía de Bea. La de Desi no nos es referida…afortunadamente, dirán algunos maldicientes. Quique también tuvo sus momentos, aunque no lo crean, y resulta que su padre era un maltratador, pero luego su madre montó una farmacia y todo eso. Pero, el capítulo más traumatizante es la muerte de Chanquete por combustión espontánea. Ya conocen la escena: Después de un monólogo shopenhaueriano de Chanquete, los amiguetes se van a la playa. Al poco, viene llorando Pancho por la muerte del amado pescadorzuelo. El féretro, acompañado de "Algo se muere en el alma", completa la situación, siendo probablemente la primera vez que los de nuestra edad fuimos conscientes de nuestra mortalidad. ¿Qué otra cosa puede provoca mayor amargura? El  LIMÓN!

Anillos de Oro: Ana Diosdado establece una red de parejas aburridas y con pantalones de pana que se traicionan una y otra vez en el marco del primer felipismo. Imanol Arias, el chulazo de la serie, ejerce de abogado en pleno auge de la ley del divorcio junto a la propia Ana Diosdado. Esto se complica, puesto que luego ellos se lían con sus clientes, aunque sin nada explícito ya que Pedro Masó anda detrás de las cámaras. Hay una idea divertida detrás de todas las series de esta mujer, y es que siempre está el papel de una mujer de mediana edad (termino ya muy perturbador) que se entrega al jolgorio dionisiaco con jovenzuelos ebrios de hormonas. Sí, como habréis adivinado, este papel es un trasunto de la propia Diosdado.

Aunque ya la idea es, puramente, depresiva, la concreción se realizaba en la afición al jolgorio alcohólico de Lola (Ana Diosdado) Los últimos capítulos, de hecho, ya la ven al estilo del protagonista de Miedo y asco en las Vegas, sólo que en lugares célebres del bebercio capitalino y vestida con el aspecto monjil propio de la época. El discursito progre de la serie era terriblemente cargante, muy en la línea del primer Garci. Ya saben: Monólogos sobre Espinoza y Espinete, Don Pinpón o el materialismo histórico, El Capital edición sordos y cosas así. 

Una de las ideas a retener de la serie, es el cambio radical de las modas en apenas veinte años. Es decir, Anillos de Oro mostraba al cetrino Imanol Arias y el barbudo Xabiel Elgorriaga como hombres hercúleos, referentes para toda mujer solterona. Visto ahora, su exceso de pelos e inteligencia serían poco entendibles para una generación que ve en Fran Perea un mito sexual. A este dúo de hombretones, se van uniendo gentes como Galiardo o la recién salida de biología Ana Obregón, que hacen más interconectada (en todos los sentidos) la red sentimental. La serie marco época, popularizó los pañuelos en el cuello en todas las profesoras de secundaria y ganó un TP. ¿Qué más quieren?

Añadir un pequeño inciso sobre dibujos japos depresivos: No sé a qué esperan los sociólogos de todo el mundo para realizar un estudio que explique que, mientras que las series ambientadas en japón eran de las más diversas temáticas, los animes que ambientaban en Europa (siempre en el siglo XIX) eran a cada cual más malrollistas. Marco, Perrine (Sin Familia), El perro de Flandes, Heidi, Candy Candy, Remy... un ejército de niños en busca de su madre, maltratados por madrastras o patronas y malviviendo en la pobreza que al final se mueren. Más o menos. Cada capítulo traía una nueva desgracia para sus protagonistas, una nueva y deprimente situación que te quitaba las ganas de vivir y la fé en la humanidad, traumatizando toda una generación (como bien describían en aquel episodio de Las guarradas de Kaizo). Y cuando nos creíamos que no podían superarlo, hicieron la serie de Mi novia, el Arma definitiva. Adios mundo cruel.

 

 Extraído de: http://www. viruete.com

 

 

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